El vellocino de oro

El barco de Argo

Jasón reunió a un valiente equipo para buscar el vellocino. Entre otros se encontraba el famoso héroe Hercules y sus amigos Hilas, Peleo, el padre de Perseo Neleo, Orfeo y los hijos de Zeus Castor y Polux. El barco que tenían era uno muy ligero. Lo había construido el maestro Argo bajo la protección y guiado por Atenea. De él consiguieron su nombre. En cuanto estaban listos, elevaron las velas del barco y empezaron su viaje. 

Durante su viaje se encontraron con numerosas dificultades. Tuvieron que luchar contra gigantes, dejar a Hércules en Chios porque tenia que terminar uno de sus propios trabajos, y un combate de boxeo con el terrible rey Amicos. También ayudaron al Fineo, el rey ciego de Tracia, exterminando una peste de harías, un grupo de pájaros que estaban robando la comida del rey y cagando sobre todo su palacio. Después de esto conocieron a Prometeo y llegaron al río Fasis. Allí siguieron el cauce del rio y llegaron a la capital de Cólquida, desde donde podían ver el vellocino de oro. 

Los héroes llegaron a una ciudad con un enorme muro construido por Efecto. El rey Eeste, el dueño del vellocino, resultaba ser el hijo del dios Helios. Los argonautas le pidieron primero de manera amable por el vellocino y le ofrecieron sus servicios contra sus enemigos. Pero el rey recordó las palabras del oráculo y se asustó, así que le dio al héroe Jason dos trabajos que, por supuesto, consideraba imposible.  

Primero Jasón debía llenar las tierras del rey con los toros de Ares. El problema era que estos animales eran terriblemente salvajes y escupían fuego. Después debía plantar los dientes de un dragón de los que nacerían hombres armados. Debía luchar contra ellos y matarlos con una lanza. Si lo conseguía, ganaría el vellocino de oro. Como no le quedaba otra opción, Jasón accedió.  

Pero para entonces, Medea, la hija del rey, se había enamorado de Jason y le ofreció su ayuda. Le dio un aceite de Prometeo que hacia que aquellos que la usasen invencibles durante un día entero. El aceite venia de un planta en el Cáucaso que floreció de la sangre de Prometeo. Después le dijo que debía hacer para controlar a los terribles toros de Ares.  

Primer trabajo. 

Jasón se embadurnó con el aceite al día siguiente y se fue hacia los campos del rey. De repente, la tierra se movió y los toros salieron de sus establos bajo tierra y empezaron a correr hacia el héroe. Pero daba igual cuantas veces lo golpearan, no se movía del sitio. Cuando el primer toro perdió su fuerza, Jasón se subió a sus cuernos y lo hizo arrodillarse. Le puso el arado a la bestia y se concentró en el siguiente. Repitió lo mismo con todos. Empezó a sembrar los dientes de dragón, y cuando terminó, conducido a los toros de vuelta a su establo.  

Segundo trabajo. 

Al atardecer, un peligroso guerrero salió de cada diente. ¿Como iba a poder derrotarlos a todos? Jasón se acordó del consejo que le dio Medea y lanzó unas piedras muy grandes a los hombres. Pronto empezaron a culparse los unos a los otros hasta que colapsaron. Con esto, Jasón había conseguido terminar su segundo trabajo y se había ganado justamente el vellocino.  

Por supuesto, el rey no quería entregárselo y comenzó a pensar en una manera en la que podía deshacerse de los Argonautas. Pero Medea avisó al grupo y, juntos, encontraron una manera de hacerse con el vellocino. Siguiendo con el plan, la hija del rey durmió al dragón con un truco y los Argonautas se hicieron con el vellocino sin ningún problema.  

Cuando el rey se enteró de la tradición de Medea y la huida de los Argonautas, reunió a sus guerreros y empezó a perseguirlos, sin éxito. Gracias a Medea, Jasón mató al rey Pelias a su vuelta y reinó sobre Tesalia durante un tiempo. Pero pronto fue expulsado por el hijo del rey, Acasto, y se fue a Corintio con Medea. Allí se enamoró de la hija de Creónte, Creúsa, algo que a Medea no le gustó nada. Como venganza, mató a Creonte, Creúsa y a sus hijos. Cuando Jasón se enteró, se mató con una espada a la puerta de su casa.